Will Meyerhofer estudió Derecho en la Escuela de Derecho de la Universidad de Nueva York y en Harvard. Hoy es además un trabajador social clínico licenciado, luego de recibir los beneficios de terapia para manejar el estrés de la profesión legal.
Durante el tiempo en que Meyerhofer trabajó como abogado en un importante bufete, este aumentó exorbitantemente de peso y experimentó depresión y ansiedad. Su experiencia no es poco común para quienes se dedican a esta profesión. Un estudio de la Universidad Johns Hopkins, publicado en el 1990, reveló que la abogacía es una de las 100 profesiones que causan mayores problemas de ansiedad y estrés. Según ese estudio, hay dos características que prevalecen entre los juristas: el perfeccionismo y el pesimismo. Estas conducen ineludiblemente a la ansiedad.
“El perfeccionismo ayuda a los abogados a tener éxito en la práctica porque su profesión está orientada excesivamente hacia los detalles. Llevado al extremo, el perfeccionismo se transforma en un sentimiento de que nada es lo suficientemente bueno. Los abogados desarrollan un sentido de control, de que si las cosas no salen como fueron planificadas, se culpan a sí mismos. Creen que no trabajaron lo suficientemente duro o que no fueron cuidadosos”, expresó Tyger Latham, un psicólogo que trata a abogados y estudiantes de Derecho en Chicago.
Latham explicó que hay una expectativa de que se le paga a un abogado para predecir el futuro, para anticipar riesgos y mantener la guardia sobre cualquier cosa que surja. Es por esto que ven problemas en todas partes aún cuando no existan. También aprenden a percibir riesgos como si fueran de vida o muerte, lo que es precisamente la definición de ansiedad. La costumbre de hacer esto se convierte en parte del día a día del abogado y causa desordenes mentales, irritabilidad, pensamientos obsesivos, sentimientos de insuficiencia, un sentido de preocupación, problemas de sueño, palpitaciones al corazón, sudoración, fatiga y tensión muscular. Otra manifestación física es la enajenación de sus compañeros y familias, síntomas que muchas veces se repelen con un consumo no saludable de alcohol y otras sustancias.
Como un medio para evitar estos cuadros, varias universidades de Derecho, incluyendo a Yale y la Universidad de San Francisco, han comenzado a ofrecer cursos sobre atención plena (“mindfulness”). Asimismo, abogados como Jenna Cho, han incluido en sus servicios cursos de meditación para abogados, enseñándoles como manejar adecuadamente su ansiedad y estrés.
“Comienza una práctica diaria de meditación. No tiene que ser larga. Puede ser apenas unos minutos. No tiene que ser una práctica de meditación formal. Solo siéntate en tu escritorio, cierra los ojos y respira”, expresó Cho a ABAJournal.
El abogado de defensa Brian Berson, de San Francisco, tomó el curso de meditación de Cho después de que expertos del Centro para las Ciencias del Sueño y Medicina de Stanford sugirieran que intentara la meditación para ayudar con sus profundas alteraciones del sueño. “Tengo un negocio de alto estrés. Todos mis clientes están desesperados. He tenido varios trastornos del sueño, incluyendo el despertarme en medio de la noche pensando en el trabajo”, dice Berson. “La clase de meditación es muy relajante, y en general, me ha ayudado con todo”.
La idea básica, de acuerdo con Berson, es simplemente estar en el momento. “Todos nosotros tenemos una tendencia a pensar en otras cosas, no importa lo que estamos haciendo. Pero es contraproducente y te impide disfrutar de la vida, como el hacer algo placentero, o incluso algo mundano que puede ser placentero , como tomar una ducha. Uno debe parar y realmente sentir el agua en lugar de pensar en lo que hay que hacer cuando salgas. Cuando estás caminando por la calle, disfrutar de ella. Oler el aire, mirar el entorno en lugar de pensar en dónde te encuentras en tu camino. La atención plena es algo más que la meditación. Es una forma de pensar completamente diferente”, concluyó.
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